sábado, 15 de diciembre de 2007

Diva

¿De dónde vienes tú, Diva de áureos cabellos y diáfana mirada?
De párpados níveos, de sutil encanto, de gran atractivo.
¿Será posible tanto amor, tal desenfreno, inigualables placeres?
Oh, mi dulce Hebe, soy tan venturoso con sólo verte.

¡Ojalá pudiera comprar a Mefistófeles tu amor terrenal con mi alma!
tu encanto abismal, tus caricias sin igual, tu felicidad.
Cuál Fausto ofreciendo su moral, o Dante abandonando su virtud.
Nada más que eso quisiera yo, y tu corazón obtener de vos.

¡Oh, Zeus, el que lleva la égida, el que amontona las nubes!
Dame el poder para conseguir su amor, su pasión, su candor.
No la defraudaré si consigo su sencillez, su pureza, sólo una vez.
Y nunca más la soltaré, cómo Cándido, siempre estaré, la querré.

¿Cuánto cuesta un beso tuyo en esta tarde tan soleada?
Andaré cómo el vate, acaso errante, en los círculos, con tal de amarte.
El invierno se muere, nace la primavera, quiero tu beso, tus caricias.
¡Oh Bice! ¿Qué tengo que hacer para conseguir tu encanto?

Sólo dime, y dejaré de sufrir. Te quiero amar: ¡me tienes que dejar!
Luna celestial, brillante febo, amor terrenal, todo tan primordial.
Si me dices que sí, el sol vuelve a deslumbrar, a irradiar,
sentirás el amor que te puedo dar, y tal vez, nunca más olvidarás.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Aquella Noche

Día lluvioso, viernes lúgubre, tapado invernal y gafas de intelectual.
Cabellos y zapatos dorados, Les Luthiers no te causaron.
Me sujetaste del brazo, diáfana mirada, te observaba, me escuchabas.
Ansioso, sorprendido, me sacaste la timidez con tu encanto.

Caminamos por Alem viendo la lluvia caer, apenas unas gotas.
Seguíamos hablando, entusiasmados, quizá estudiándonos.
Tal vez nos gustamos, eso creo, eso quería, diva, divina.
Entramos a un bar, jugabas con el celular: ¿tu hermana nos dejará?

Icor de los dioses, elixir sagrado nos escanciaron.
Estábamos de pie, brindis primordial, charla sin igual.
Nos sentamos cerca, empero distantes, impávidos y expectantes.
Al fin hablaste, tus ojos me encandilaban, te soltaste.

Con Los Simpsons nos copamos, Yoda y Obi Wan también ayudaron.
En todo combinábamos: ¡gracias Pitágoras por el número siete!.
Color verde, mondo bizarro, dedos deformes, mente de niños.
Hiciste un llamado, intrigante quietud, pensé que se derrumbaba todo.

Volviste, radiante y divina, interesante actitud, me gustó.
Nos fuimos a caminar por la calle Córdoba.
Tortolitos piando, taxis rondando, vos y yo: ¿Para qué más?
Fuimos a mi morada. Nos tiramos a retozar, repantigados.

Desnudez total, besos embelesados, deliciosas caricias.
Nuestros cuerpos se rozaron, se chocaron, quizá nos arropamos.
Descubrí tus partes íntimas, descubriste las mías. Ajena sensación.
Me deslicé en vos, te descubrí, te invadí, te irrumpí...

Me desmoroné, no lo pude controlar. Impío Taurino. Tristeza.
Me sentí un tanto mal, me miraste, me dijste que no era nada, divina.
Dormimos, despertamos, quizá fue extraño, tal vez nos juzgamos.
Nos despedimos con un beso: ¿Hasta luego o hasta amarnos?.